Cofradías y cofrades durante la República (II)

Cuestión religiosa y agitación social en Aguilar durante los años de la II República

Es éste un tema para cuyo estudio exhaustivo haría falta un mayor número de fuentes documentales y orales de las que se han podido reunir. Aún así existen  las suficientes para constatar que la denominada “cuestión religiosa” fue uno de los elementos que motivaron la agitación social que se dio durante el segundo periodo republicano en Aguilar de la Frontera.

Aunque la batalla de la religión se pretenda circunscribir al periodo citado, en un empeño intencionado de identificar República y anticlericalismo como dos conceptos inherentes el uno al otro, la realidad histórica  descubre que el sentimiento antirreligioso había enraizado en las capas más populares de la  sociedad española desde mucho tiempo atrás. Si es cierto que las condiciones sociales, políticas, y religiosas, en las que sobrevino la Segunda República a España hicieron aflorar con mayor acritud el desapego religioso en la masa campesina y obrera.

Bueno es recordar, llegados a este punto, que bajo el cacareado enfrentamiento por la Fe, subyacía una pugna mucho más profunda, que en verdad era la que había situado a los dos bandos: obreros y clero, en posiciones tan abiertamente radicales e irreconciliables. Mientras las clases humildes y desamparadas se batían en defensa de un sistema político más igualitario y justo, que le permitiese remontar la lacra social que constituía desde siglos atrás su supervivencia, la iglesia se escoraba en posicionamientos políticos inmovilistas incardinados con la patronal caciquil en defensa y mantenimiento de unos privilegios y prebendas que les permitiese ejercer el estatus de poder fáctico que  ejercitaban desde tiempo inmemorial.

Aguilar no quedó al margen de esta problemática, datándose varios hechos  que ponen de relieve la intensidad con que se vivió esta cuestión en nuestro pueblo, a pesar de que no se lamentaron consecuencias tan extrema s y catastróficas como en otros pueblos o ciudades.  Si atendemos a la información recogida en los documentos consultados y las versiones dadas por personas que vivieron los hechos, podemos aseverar que en nuestro pueblo también se dio con brusquedad la pugna entre el sector obrero y el clero local, pero sin consecuencias irreparables en el patrimonio artístico, aunque sí  en el humano.

Cierto es que a pesar de estos escarceos, la mayor amenaza que pudieron sentir los católicos de Aguilar durante los días más arduos de la conflictividad social y anticlerical se derivaba de la contienda nacional, ya que en el ámbito local sólo se verifican algunos actos que en nada pudieron hacer pensar el que corriese peligro la integridad de las personas.  A pesar de ello, el sentimiento de miedo, que  es uno de los factores psicológicos más influyente en la mentalidad colectiva, sí se constata cuando nos adentramos en el estudio de las cofradías y cofrades durante el periodo de la “crisis religiosa” en Aguilar.

El recelo que pudieron tener las personas vinculadas a las entidades eclesiales locales, entre ellas los miembros de las cofradías, provocó una desbandada de cofrades que mermaron considerablemente los efectivos humanos que tenían estas entidades. Esta aprensión puede justificar que se diesen circunstancias excepcionales como la de que las monjas Carmelitas abandonasen su convento durante varios días para unirse a la comunidad de monjas que regentaban el Hospital de la Caridad.

 La suspicacia unida a la prevención aconsejaría también el que se sacasen algunos elementos de culto  del convento Carmelita, como fue el traslado del lienzo del Señor del Retiro, una de las piezas artísticas más destacadas del cenobio,  hasta la capilla de una casa particular en la calle Moralejo.

No es desmedido  afirmar que entre  la  clase obrera aguilarense se había generado  bastante odio al estamento religioso, y que muchos líderes políticos pusieron de manifiesto su distanciamiento y animadversión al clero local[i]. Aún así podemos considerar que la radicalidad  sobre esta cuestión sobrevino también por los posicionamientos personal, ya que en ambos bandos hemos encontrado individuos más o menos fundamentalistas.

Hubo líderes obreros que arengaron claramente contra todo lo que supusiese un entendimiento o tolerancia con la Iglesia, entre ellos el socialista Antonio Cabello[ii].  Intransigencia de la que hicieron gala también los sacerdotes locales  más vinculados al mundo cofrade, como Antonio Galisteo y Rafael Espinosa[iii], quienes no disimulaban su oposición política al Régimen republicano, actitud que exteriorizaban en sus enaltecidas proclamas dominicales, o en la precavida manera  de garantizar su seguridad portando armas de fuego en las sacristías y  recintos religiosos.

Aunque se advierte cierto grado de  anticlericalismo en algunas de las medidas tomadas por el Ayuntamiento como se deduce de la petición que éste cursó al Gobierno Civil para establecer en Aguilar, como ocurrió en otros muchos pueblos y ciudades, un impuesto sobre el toque de campanas, la secularización del Cementerio Municipal, o la imposición de multas a los vecinos que desafiando la prohibición del Ayuntamiento adornasen sus fachadas con colgaduras con motivo de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús coincidentes con la huelga de campesinos, aún así, hay que resaltar que la actitud del alcalde Socialista en toda esta coyunturas fue la de mantener una talante conciliador intentando encontrar soluciones dialogadas a ciertos problemas o enconamientos de ambas partes.

El propio alcalde José María León, en un escrito enviado al Gobierno civil en 1934, reduce la gravedad del problema surgido con las colgaduras o adornos de los balcones circunscribiéndolo a sus dimensiones reales:   

De este hecho se ha pretendido hacer cuestión política local, atribuyéndome preocupaciones de orden sectario totalmente alejadas de mi ánimo, siendo la mayor prueba de ello que las minúsculas multas puestas, todas de cinco pesetas, fueron totalmente condonadas[iv].       

Si valoramos que tras la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús estaba su fundador y guía espiritual, el cura Rafael Espinosa Moreno, activista antirrepublicano, y que la misma la integraban mayoritariamente mujeres pertenecientes a las clases más acomodadas de Aguilar, queda claro que la postura de adornar los balcones quebrantando la disposición de la alcaldía constituía una clara provocación.   

Seguro que se dieron más  contingencias de estas características, sobre todo en  e l ámbito privado,  ya que el anticlericalismo se extendió con ímpetu entre la masa obrera, proliferando los matrimonios  y entierros civiles entre el proletariado.

 En Aguilar sólo se han documentado varios casos, algunos casi anecdóticos, que tuvieron una clara motivación antirreligiosa. De voluble se puede calificar el hecho de que el joven Francisco de Paula Sampedro alterase momentáneamente la procesión de Jesús Nazareno dando vivas a la República en la mañana de un Viernes Santo[v], y de previsible, la circunstancia de que  se retirasen del Ayuntamiento todos los adornos y objetos de carácter religioso y se suprimiese la capilla que existía en el mismo desde su construcción.

Mayor gravedad alcanzó otros sucesos que sí conllevaron una alteración del orden público local. Entre ellos, relatan las fuentes orales las manifestaciones que recorrieron las calles de Aguilar durante los primeros meses tras la proclamación republicana, en el transcurso de las cuales unos exaltados derribaron el monolito dedicado a la Santa Cruz que se ubicaba delante de la iglesia del Llano de la Cruz[vi].

 Mayor gravedad adquirió el hecho protagonizado por el líder socialista local  y teniente de alcalde Antonio Cabello, quien el 27 de abril de 1932 protagonizaría  unos sucesos de los que se hizo eco  el  Diario Provincial “ La Voz” ,  en los siguientes términos:

Aproximadamente a las cinco de la tarde, cuando puede decirse que se hallaba poco menos que abarrotada de público la amplia plaza del Paseo de Senda Blanca, para oír al ansiado y deseado  concierto por la Banda Municipal (desde navidad no los ha habido, no obstante pagar el pueblo todo el año la banda y se dice que ello obedece al criterio de los dirigentes socialistas de que la música debe sonar cuando los jornaleros estén en el pueblo) y cuando iba a dar comienzo la segunda obra del concierto irrumpió en la plaza un grupo poco numeroso y compuesto en gran parte por niños llevando dos banderas – las de la Agrupación Juventud Socialista- y al frente  el segundo teniente de alcalde, Antonio Cabello Almeda, socialista, cuyo grupo se dirigió al Kiosco de la música, exigiendo el señor Cabello a la Banda que suspendiese el concierto con menosprecio del público allí congregado para oírle, y acompañara a la manifestación para proceder al derribo de la pared que separaba el cementerio civil del católico[vii].    

Podemos imaginar la inquietud que pudo ocasionar la actitud del concejal Cabello entre los asistentes al concierto y entre los mismos miembros de la Banda de Música, forzados a participar en tan  insólito acto. No podemos precisar si fue con ocasión de este hecho, o alguno posterior, pero sí está constatado que además de la pared reseñada, la animadversión religiosa provocó el derribo de la capilla o ermita existente a la entrada del Campo Santo.

El acuerdo de reconstrucción del edificio, tomado por la primera Gestora Franquista que rigió el Ayuntamiento de Aguilar tras el Golpe de Estado del 18 de julio, acredita el derribo sufrido por  del citado edificio religioso.  

Moción del señor alcalde relacionada con la reconstrucción de la capilla del Cementerio:

Suscrita por el señor alcalde presidente se da lectura a la Comisión de una moción en la  que se propone, recogiendo una aspiración unánime del vecindario, que en los momentos actuales han podido hacer patente, se construya la capilla que en todo tiempo existió en el Cementerio de San Nicolás, y que sólo el fanatismo de las corporaciones representativas de los elementos que persiguieron con saña cuantas esas demostraciones representaban, justificó la demolición de la misma[viii].  

No hemos podido verificar por los datos recopilados si la destrucción de la capilla fue total o parcial, y qué suerte pudieron correr las imágenes que albergase. Sin duda este suceso constituye el acto más funesto que se causó en Aguilar con motivo de la controversia religiosa.

Hay que reseñar que en la pugna mantenida entre el clero y Autoridades Locales durante la República, se dieron periodos de mayor y menor intensidad, coincidiendo las etapas que gobernaron la Nación y los Municipios los partidos de Derechas con los de mayor apego religioso al poder republicno.

Un ejemplo claro de esta connivencia, entre el clero y la República,  se pone de manifiesto el 23 de mayo de 1935, día en el que, en un solemne acto público celebrado en “el tablao de la Música” del Llano de las Coronadas, el alcalde Miguel Leiva entregó al acuartelamiento de la Guardia Civil de Aguilar la bandera  Nacional Tricolor, siendo bendecida la Enseña  por un sacerdote de la localidad.

Tras el paréntesis de los años de Gobiernos Conservadores, nuevamente arreció la confrontación religiosa en los meses previos al golpe militar de julio de 1936. La vuelta de los partidos de Izquierda al poder Gubernamental y Municipal reabrió muchas heridas laceradas por ambas partes durante el primer binomio republicano.  Por todos es conocida la nefasta consecuencias que tubo la intolerancia llevada a su máxima expresión.

Aguilar no sufrió, excepto los hechos menores relatados, la oleada iconoclasta que se vivió en otros pueblos cercanos, ni el movimiento obrero atentó contra la integridad de religiosas o sacerdotes. En todo momento los líderes y autoridades locales de la fracción izquierdista mantuvieron el orden y la calma, aún en los momentos más adversos para la continuidad de la República.

 Por el contrario, los partidarios de la caída del Sistema de Libertades y miembros más radicales de los partidos de Derechas, en los que militaban algunos números  del clero local, desataron toda su ira y venganza con la clase obrera tras el golpe militar, amparando los asesinatos que se cometieron, daño inconmensurable si se compara  con la pérdida de una imagen o templo, -que en Aguilar no se produjo-, por mucho valor histórico-artístico o devocional que éstos tuviesen.  

Antonio Maestre Ballesteros    



[i] Una clara manifestación del anticlericalismo del que hizo gala la clase obrera lo constituye la letra de la canción popularizada entre los partidarios de la República, que entonaban en sus actos públicos y manifestaciones callejeras gritando: “si los curas y frailes supieran la paliza que le van a dar, irían por la calle gritando, Libertad, libertad, libertad.  

[ii] Antonio Cabello Almeda fue un destacado líder obrero local, perteneciente a la Agrupación Socialista y presidente del sindicato la Razón. Fue teniente de alcalde durante los gobiernos municipales socialistas en la Segunda República. Fue fusilado en Córdoba en agosto de 1936.

[iii] Antonio Galisteo Jiménez era natural de Aguilar, nació en 1869 y murió en 1943. Fue uno de los sacerdotes más destacados en la radicalidad de la iglesia local contra las ideas libertadoras durante el primer tercio del siglo XX. El sacerdote Rafael Espinosa Moreno ejerció en Aguilar durante varias décadas como párroco del Carmen. Fue un abierto militante del Tradicionalismo, exteriorizando públicamente su anti-republicanismo en muchas ocasiones.

[iv] IGEÑO LUQUE, Diego. Dictablanda y II República en Aguilar….p.87.

[v] Ibidem. p. 62

[vi] Actualmente y tras ser reconstruido se colocó en un lateral del templo donde se conserva.

[vii] MAESTRE BALLESTEROS Antonio. “Datos históricos sobre la ermita del Beato Nicolás alberca” (capilla del Cementerio). Sayones, año VII –Nº XXVIII, noviembre 2004, p. 55. Agrupación de Cofradías de Aguilar de la Frontera.

[viii] Ibid.. 

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