El día después de un día histórico es un día normal, rutinario. Sólo la casta política y sus corifeos del cuarto poder magnifican el hecho que convirtió el 2 de junio de 2014 en una fecha para los anales. Pero la vida continúa tal cual. La ciudadanía sigue ensimismada en sus quehaceres diarios, en sus penalidades, ajena a la simplicidad de que el último Borbón haya optado por abandonar el barco precisamente cuando se está hundiendo. ¡Qué más le dará al joven que con treinta años aún no ha conseguido un empleo que un juancarlos o un felipe estén el frente del país! ¡Que le importará a una de las miles de familias que no consigue llegar a fin de mes quién los represente en la cúspide de un sistema que consideran ajeno, que diariamente perciben como extraño y, lo que es peor, como perverso!
Vuelven a sacudirnos los media con su intoxicación, utilizan los caracteres gruesos para subrayar algo que a la mayoría nos trae completamente al pairo. No han sido capaces de digerir lo que es una realidad a voces, que estamos hartos. No pueden entender que las gentes, agobiadas por una crisis atroz, machacadas por un gobierno infame, decepcionadas por la corrupción generalizada de sus elites, entre ellas, la propia Casa Real, asqueadas de un sistema injusto no tengan la capacidad de derramar una sola lágrima por la marcha de su “amado” rey. Pero bueno, al fin tienen su carnaza, una carnaza que les servirá para vender, pero, sobre todo, para deleitarse en su propio y repetido discurso hasta que una nueva actualidad les haga rellenar sus páginas en blanco.
A partir de ahora oiremos panegíricos del que en buena hora se fue, leeremos hagiografías, recuperaremos imágenes que nos volverán a recordar su papel clave en la consolidación del régimen democrático en España. Y, cómo no, nos venderán hasta la saciedad las múltiples cualidades del nuevo producto sin par del mercado: el Felipe VI, nacido para reinar. Hablarán de su formación universitaria, de su paso por los tres ejércitos, de su elección de una princesa del pueblo para sus súbditos. Obviarán, eso sí, la tremenda injusticia, una más, de que una persona por el mero hecho de su nacimiento esté destinada a ser el más alto dirigente de una nación, sin haberle pedido su opinión a los ciudadanos, a esos a los que cada cierto tiempo invitan a depositar una papeletita en una urna que legitime los abusos y desmanes.
Todo mejorará. Con el monarca que venga una nueva generación se hará con el timón del país, una generación de jóvenes valores, representada en nuestra tierra andaluza por las susanas díaz, cuyos únicos méritos profesionales han sido los de saber medrar en el elefantiásico aparato, quizás mejor en las cloacas, del PSOE (A), o por los juanmas moreno que, cazados in fraganti en la mentira de un curriculum vitae trucado, han sido llamados a desempeñar importantes cargos en el partido tangente.
Todo irá mejor. Al menos así será para los Botines, Aliertas, Brufaus, Fainés, etc.
Diego Igeño Luque