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Diego Igeño

Carretera de Almería/ lalaralará lalalá. En el mes de febrero de 1937, se vivió uno de los actos más sucios y canallas de la Guerra de España. Siguiendo la carretera hacia Almería, aterrados por la inminente toma de su ciudad por parte de los sublevados, marcharon los malagueños/mira vida mía, mira/ mira cómo vengo yo, miles de personas –las cifras varían enormemente-, a un interminable éxodo que habría de llevarles de la capital costasoleña hasta Almería. Ese recorrido de unos 250 kilómetros, ya duro de por sí, lo emprenderían algunos milicianos, pero también y sobre todo, familias enteras compuestas en su mayoría por hombres, mujeres y niños/lalaralará lalalá, en definitiva, población civil y pacífica que sólo pretendían hallar un mejor acomodo a los suyos lejos del infierno en que, intuían,  iba a convertirse Málaga. El ejército rebelde hostigó a estos refugiados desde tierra, mar y aire. No vamos a pararnos en detallar lo sucedido, baste decir que se cifra en más de 5000 los que cayeron en el camino/mira, mira vida mía, mira/ cómo vengo yo. Desde hace tiempo, se viene realizando una ruta-homenaje en la que se quiere poner sobre la mesa lo acaecido en aquellos tristes días; desde hace cuatro años, la Asociación que la organiza, La Desbandá, emprendió el loable empeño de hacer completo el recorrido que se anduvo hace 83 años. En este 2020, una nutrida representación cordobesa, preparada por el Foro por la Memoria y amparada en la inestimable labor de difusión de su presidente Luis Naranjo, ha acompañado a los ruteros durante los días 8 y 9 de febrero; entre ellos, cinco aguilarenses: Antonio Cosano, Rafael Avilés, Antonio Cecilia, Frasquito Carrasco y quien esto escribe.

La primera etapa transcurrió entre las localidades de Nerja y Almuñécar. Fue larga y dura, por terrenos muy variados, de gran belleza paisajística pero quebrados en su mayoría. Nuestras piernas pagaron un peaje que, en algún caso, puso en duda la participación del día siguiente. Por suerte, un merecido descanso y un buen refrigerio, ampliamente regado, dejaron los maltrechos cuerpos preparados para el siguiente reto.

La segunda, casi íntegramente realizada por los arcenes de la N-340, conectó Almuñécar con Salobreña. Antes de salir del núcleo urbano, hubo una primera parada en un parque donde hay una placa de recuerdo de las víctimas del franquismo, ya que allí era el lugar habitual donde los sublevados fusilaban a quienes apresaban. Seguidamente, iniciamos un recorrido caracterizado por una participación muy numerosa y penoso para los caminantes al hacerse por asfalto. Esa circunstancia se compensó sobradamente por lo vivido en el municipio de destino. Allí hubo una primera parada en la plaza del Ayuntamiento donde se dispensó un sentido homenaje a los caídos y a las dos mujeres asesinadas eso días en Granada y Lugo; de allí, tras la interpretación del himno de Andalucía, se dio comienzo a un emotivo recorrido encabezado por una pancarta que, entre cánticos, himnos y eslóganes que recordaban a los masacrados en la carretera de la muerte, que reivindicaban a la clase obrera y que expresaban la esperanza de una nueva República española, nos llevó a la desembocadura del río Guadalfeo, espacio declarado lugar de memoria, para celebrar un acto en que participaron, entre otros, una representante del Ayuntamiento de Salobreña, otra de la Diputación granadina, Toni Valero, coordinador andaluz de IU, y tres supervivientes de la Desbandá

Los dos días vividos nos han permitido acumular un cesto de experiencias irrepetibles. La convivencia con gentes de diversos orígenes, el recuerdo de lo allí sucedido, la solidaridad y el apoyo expresado por muchos de los que se cruzaban con nosotros, el aprendizaje continuo, la camaradería hallada y el hecho de encontrarte rodeado de símbolos que refuerzan tu bagaje ideológico son algunos de los hitos que han jalonado nuestro camino.

Pero, en suma, y esto es lo más importante, hemos sido parte activa de una decidida apuesta por la memoria, por la reivindicación de las víctimas, por recordar su dolor y su sacrificio, por mostrarle a la ciudadanía un sangrante episodio apenas conocido, porque, gracias al recuerdo se conseguirá que reluzca la verdad, que se alcance la justicia, que la reparación alcance a todos los que murieron por y para la libertad, y que garanticemos que episodios como éste no volverán a repetirse en la Historia. Hoy los homenajeamos, lalaralará, lalalá, nunca serán olvidados/mira, mira vida  mía, mira cómo vengo yo.

[He dudado si poner o no en esta crónica un par de “anécdotas” vividas, pero al final he optado por hacerlo. Unos “simpáticos” se cruzaron con nosotros para recordarnos que la lucha debe de seguir, para insultarnos, eso creían ellos, con vivas a Franco y dedicándonos el Cara al Sol completito. No nos insultaban, tan sólo se estaban denigrando a sí mismos. Pero, en todo caso, me pregunto: ¿Cómo puede haber aún quien se lleve las manos a la cabeza porque se quiera incluir como delito en el Código Penal la apología y exaltación del franquismo, una de las peores y más bárbaras dictaduras vividas en el siglo XX?]

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