Diego Igeño.
La España que surgió como consecuencia de la guerra civil fue una España en blanco y negro, en la que no había cabida para los matices, para tonos grises: o se figuraba entre quienes habían ganado la partida o entre quienes la habían perdido. Y eso se reflejaba en todos y cada uno de los aspectos de la vida diaria de los españoles. Dedicaremos este artículo para ver ejemplos de que esto era así. Para ello, comenzaremos por detenernos en el mes de mayo de 1939. Fue entonces cuando, poco después del comienzo del “Año de la Victoria”, se festejaron los fastos para exaltarla. Las imágenes del magno desfile de Madrid del 19 de mayo han sido sobradamente difundidas. Pero lo que no es tan conocido es lo que ocurrió en nuestra localidad en un día de ese mismo mes. Como es obvio, aquí no pudimos sustraernos de esa exaltación patriótica. Las fuentes consultadas nos han permitido recuperar varios de los actos y acciones programados. Ese día, por ejemplo, se colgaron guirnaldas y faroles, se colocó alumbrado especial, se tiraron cohetes, truenos y “cañonazos de grande detonación”, se quemaron bengalas de diversos tamaños, se editaron 2000 anuncios en la Imprenta La Constancia, se contrató una orquesta de doce músicos para amenizar los dos bailes populares celebrados, se realizó un letrero luminoso con la palabra “Victoria”, se pagó un rancho extraordinario a los soldados del 11 Batallón de Cádiz acantonados accidentalmente en Aguilar, se construyó una carroza engalanada por Eustasio Monedero en la que montaron a un grupo de niños y niñas, se organizó un concurso de balcones en el que resultaron ganadoras Dolores Palacios, Teresa Bérchez, Rosario Franco, Walter Gll y otros, se engalanaron de forma especial la Plaza con su Ayuntamiento y la Cruz de los Caídos, etc. También nos consta que se pagó por un reportaje fotográfico que por desgracia no hemos localizado. El total gastado en un pueblo en el que, recuérdese, la situación de muchos rozaba la miseria, ascendió a 10262’60 ptas. Pero y la iglesia, ¿no aportó nada a la conmemoración del triunfo? Por supuesto, facturó 658’50 ptas. por gastos varios: funciones con música, sermón y te deum y procesión de Nuestro Padre Jesús y la Patrona.
Mientras estos festejos se extienden por Aguilar, muchos de sus hogares no están para alegrías. El fantasma del hambre empieza a asomar, muchos de nuestros vecinos han sido ejecutados, otros han caído en los campos de batalla a lo largo y ancho del país, otros, en fin, han tenido que tomar camino del exilio. En esas mismas fechas, en nuestra cárcel se hacinan, como diría el alcalde Tutón, “sesenta individuos de ideas marxistas”. Entre ellos, nombres que ya nos son conocidos como Ignacio Pino Gutiérrez, que luego falleció en la cárcel de Córdoba, Cristóbal Jiménez Sevillano, igualmente muerto en la prisión cordobesa, Pedro Sánchez Pérez, Electriche, militante comunista, Pelagio López Sánchez, empleado municipal y presidente de Unión y Defensa sindicato de los trabajadores del Ayuntamiento, Rafael Salés Carmona, guardia municipal, Manuel Caballero Barón y José Conde Navarrete, dirigentes comunistas, de la Unión Local de Sindicatos y/o de la Juventud Fabril, etc.
Pero, a veces la Historia de los pueblos se ve reflejada en algunos pequeños acontecimientos que definen, sin embargo, los mecanismos mediante los cuales funciona una sociedad. Ya lo hemos dicho en esta modesta serie: la posguerra fue cimentada con el cemento del maniqueísmo, con la existencia de “buenos absolutos”, aquellos que comulgaban con los principios doctrinales de la Nueva España, y “malos absolutos” quienes habían tenido alguna conexión en el pasado que les vinculaba con los grupos que habían apoyado a la República. Rastreando entre los papeles del Archivo Municipal hemos hallado dos episodios anecdóticos que reflejan a las claras lo que acabo de decir.
El primero tiene como protagonista a un viejo conocido nuestro. Cuando en su día escribimos nuestra primera aproximación a la Dictablanda y a la II República en Aguilar de la Frontera, trajimos a colación una anécdota vivida poco antes de la llegada de la República. El 5 de abril de 1931, los republicanos convocaron un mitin que se saldó con un pequeño incidente al degenerar en una manifestación callejera en el curso de la cual un tal Manuel Pino Prieto, un joven jornalero de poco más de 20 años, enarboló una bandera tricolor que le había sido entregada por Leoncio Mejías Carmona, a la sazón presidente del Comité Republicano local. El nombre de Manuel Pino, de quien luego no hallamos nuevas noticias, volverá a la palestra en la posguerra. Será entonces cuando se le multe por ir cantando por las calles “La Internacional”. Como se ve, tenía un carácter incombustible que le hacía estallar en los momentos menos oportunos.
El segundo episodio es aún más sintomático de cómo eran las cosas entonces. El principal protagonista fue Alejandro Moreno, uno de los principales represores de Aguilar. Las cosas sucedieron del siguiente modo: Un grupo de “señoritas” y “caballeros” fueron sorprendidos en el Paseo de Senda Blanca dando gritos de “viva el compadre”, “viva la comadre”. A la vista de lo sucedido, fueron interpelados “amistosamente” por el municipal que realizaba sus funciones en la zona, Manuel García Conde, quien había recibido órdenes de no permitir gritos ni altas voces. Alejandro Moreno se dirigió a él insultándole y cogiéndole y rompiéndole un cigarrillo. A la vista de lo ocurrido interviene el alcalde, entonces Vicente Romero, para recriminar al jefe de la Policía Local, Manuel García Valle, haber malinterpretado las órdenes recibidas puesto que sólo había dicho que no se tocará música en las calles “por respeto a estar el pueblo sin pan”. El resultado: sanción al jefe de cincuenta pesetas a descontar de sus haberes y salida “de rositas” del presunto alterador del orden público y de un flagrante desacato y falta de respecto a la autoridad. Intocable, en esos entonces.
Continuará…
Foto1. Misa de campaña en el Llano de la Coronadas con motivo de la consagración de Aguilar al Sagrado Corazón de Jesús.
Foto 2. Acto de exaltación patriótica en el Llanito de las Descalzas junto a la Cruz de los Caídos.