Gestionar, gobernar, administrar el ayuntamiento de un pueblo no es fácil para quienes ostentan esa responsabilidad. Tampoco lo es hacer una oposición seria y responsable. En ambos casos, hay que saber conjugar el interés general con el rédito político, pues, aunque este último es legítimo, nunca debe primar sobre el primero.

Debería prevalecer siempre el bien común sobre las cuitas políticas o partidarias que deben orillarse cuando se ponen sobre la mesa los proyectos de futuro para el pueblo, que deben aunar todos los consensos posibles, dejando a un lado posicionamientos despóticos o demagógicos que torpedean los compromisos que deben fraguarse por encima del lucro político.

Pues claro que la oposición puede y debe manifestar su deber con el pueblo apoyando y negociando con el gobierno municipal los proyectos de legislatura, aquellos que van más allá de las cuestiones cotidianas puntuales como la rotura de una losa, la falta de una papelera, la limpieza de una calle o una farola fundida, etc…,

 La oposición debe fiscalizar al gobierno en esos y otros asuntos, pero también  tienen su gravamen de responsabilidad institucional, aplicable a toda iniciativa que suponga un avance o progreso para la ciudad, aunque esa propuesta no responda al cien por cien con su ideario político o la forma de hacer o pensar las cosas.

La critica a quien gobierna, para que sea creíble, debe avalarse con una postura constructiva. No es buena una oposición callada y sumisa, pero igual de negativa es aquella que se instala en la confrontación directa, en la descalificación personal, en la utilización de términos peyorativos o en la tergiversación intencionada de la realidad para torpedear la acción de los gobernantes.

 Y por supuesto, ser constructivo es también proponer cosas sensatas, legales y viables, y reconocer el esfuerzo y limitaciones  de quien tiene que ejecutar la acción de gobierno. Ser constructivo tiene que ver, y mucho, con la lealtad institucional, pues, no se puede exigir información, comunicación y mayor complicidad del gobierno municipal si no hay reciprocidad y la otra parte traspasa todas las líneas rojas en la discreción con que deben ser tratadas cuestiones de índole interna.

Siempre tomará decisiones erróneas quien gobierna, pues son muchas las que hay que adoptar al cabo del día y muchos los intereses contrapuestos que hay que conciliar. Cualquier crítica a la acción del gobierno, para que sea verosímil,  debe estar contrastada de antemano con la versión del gestor. Por eso, no es entendible que la oposición (conformada por cuatro partidos totalmente opuestos ideológicamente) actúe en un frente común contra cualquier propuesta de la alcaldía.

Tal posicionamiento solo puede obedecer a una estrategia de acoso y derribo que anula toda opción de encontrar puntos afines. No tiene explicación que PSOE, PP y APD vayan  de la mano de UPOA en todas las votaciones cruciales de la actual legislatura, en un claro ejercicio de amnesia política e ideológica por parte de esos partidos después de lo que, sobre todo el PSOE, ha soportado durante el tiempo que ha sido gobierno (seguro que alcaldes y viejos militantes de este partido no saldrán de su asombro al ver esta connivencia, reflejada en las votos y también en las fotos de familia que se hacen).   

Estoy convencido de que en la relación -gobierno municipal y oposición-  las cosas se pueden hacer mejor por las dos partes y todo lo que se avance en ese sentido será positivo para el pueblo. Sería de agradecer un cambio de actitud urgente de cada parte. Aguilar lo necesita. Pongámonos a la altura de las circunstancias, por favor. Dejen de lado los intereses partidistas y lleguen a acuerdos desde un ejercicio de honestidad.

 Y si ese entendimiento no se da, está claro que el pueblo ha otorgado a IU una mayoría holgada para que gestione y gobierne los intereses de Aguilar, de lo que tendrá que dar cuenta en la próxima convocatoria electoral, como también la oposición tendrá que validar ante los vecinos posicionamientos poco plausibles en los grandes proyectos de ciudad. Los ciudadanos necesitan tranquilidad, serenidad y certidumbre; no más crispación y tampoco que los políticos sean un problema.

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