En 1900 ya existía la figura romántica de esa época que eran los minuteros, fotógrafos ambulantes que recorrían playas, paseos y ferias retratando a las gentes para venderles luego la fotografía “al minuto”. Recorrían los pueblos a través de ya olvidados caminos, con su caballo de cartón o sus fondos decorados con temas diversos, y la cámara de cajón. El tema habitual eran parejas de novios paseantes o familias con niños, y el revelado se llevaba a cabo al momento en una cubeta colgada de la cámara.
Una vez realizado el proceso se entregaba la postal normalmente en los formatos de 9×14.
La habilidad de estos fotógrafos ambulantes quedaba patente al no existir ninguna casa que se dedicase a la fabricación de las cámaras de minuto, por lo que el fotógrafo se vía obligado a amañárselas como podía comprando los componentes por separado: el fuelle a un curtidor, el chasis a un vendedor de hojalata, el cajón a un ebanista, o comprando restos de otras cámaras en el mercado de segunda mano y procurarse una óptica francesa o alemana.
Entre 1936 y 1939, en plena Guerra Civil, se hacían muchas fotos de soldados y los minuteros tenían bastante trabajo.
En esa época, los minuteros reponían su material en las distintas droguerías de la geografía española, siendo más afortunados aquellos que se encuentran en las inmediaciones de los puestos fronterizos con Portugal y Francia, ya que obtenían más fácil acceso a material.
A principios de los años ochenta su trabajo no tiene sentido, puesto que cualquiera podía hacer fotografías por sí mismo, y el turista traía su propia cámara.
Los minuteros. por su parte, no pasaban de la docena en toda España. Su carácter de “curiosidad” para los turistas encantados por encontrar todavía figuras pintorescas en España, les permitía sobrevivir. Por otra parte, incorporaban disfraces para añadir aliciente a unas tomas que encandilaban a los paseantes, retratando a los turistas junto a los principales monumentos.
Pero el fotógrafo minutero fotografía, retoca a veces, revela y copia todo en un mismo lugar.
En el mismo lugar donde la foto perennizaba el momento. Y todo en un tiempo récord. Se puede decir que casi es tan rápido como una polaroid y yo me arriesgo a decir que se tarda más en descargar la foto e imprimirla en una impresora digital ,claro está ,que en todo el proceso del fotógrafo minutero el consumo de energía es cero.
Sería en 1913 cuando apareció unos anuncios en las revistas ilustradas y en la prensa que bajo el titular de gane mucho dinero presentan la máquina MANDEL. Era una máquina fotográfica de fácil manejo que en un minuto realizaba retratos hechos directamente sobre tarjetas postales, sin placas negativas ni películas. Esta cámara sería el instrumento de trabajo y el inicio de una nueva tipología de fotógrafos ambulantes, los minuteros.
Básicamente era un cajón, una cámara oscura con un objetivo que en su interior contenía los recipientes para el revelador y fijador. Era un laboratorio ambulante para blanco y negro donde se obtenía un negativo sobre papel que volvía a ser fotografiado para conseguir el positivo.
A partir de la década de 1960 su presencia en las calles se fue reduciendo hasta quedar muy pocos. A finales de esa década o principios de los años setenta aun asistían a la Feria de Aguilar, tal como muestra esta fotografía fechada en ese tiempo.