Cuando los medios nos muestran una foto de una calle invadida por la basura, nuestra reacción natural es que nos enfadamos.
La imagen de una ciudad sucia no deja indiferente a nadie. La limpieza de las aceras es un indicador del trabajo que realizan quienes tienen esa tarea y sobre todo del civismo y conciencia ciudadana que tienen los vecinos de esa población.
Sí. Porque por muy bien que limpien los trabajadores; si hay ciudadanos, por suerte los menos, que no tienen ninguna consideración con los espacios públicos, es casi imposible no encontrar imágenes como esta, en la que se evidencia que hay gente para todo, y, sobre todo, hay gente que le importa muy poco el pueblo y sus habitantes.
Esta imagen en habitual en los templos: Llano de la Cruz, Cuesta de la Parroquia, Plaza del Carmen, etc, cuando se celebra una boda. Incluso podríamos ilustrar este texto con otras instantáneas mucho peores. Me consta que los responsables de las iglesias advierten y piden que no se arroje nada en la puerta de los templos, pero de nada sirve.
Por otro lado, a la empresa de la limpieza viaria no le corresponde actuar ante estos abusos, como tampoco están obligados a recoger las bolsas de basura que muchos vecinos dejan en las papeleras públicas o las servilletas o manchas que originan algunos bares.
Por otro lado, existe una Ordenanza Municipal que prohíbe estos hechos y prevé sanciones considerables para los responsables. No hay otra solución que nos sea denunciar. Nada se ha conseguido hasta ahora con cartelitos y buenas palabritas llamando a la conciencia ciudadana.
Denunciar a los infractores directos o a los responsables de los eventos que producen estas basuras es, no solo recomendable, sino lo exigible a quien le corresponda velar por la limpieza de nuestro pueblo.
