
Aguilar es un pueblo que se disfruta en el paseo rutinario a pie de calle, en los detalles inesperados a la vuelta de la esquina, en el asombro de su Plaza ochavada. Menos frecuente es observarla desde las alturas, distinguiendo las cinco lomas o cerros que le otorgan esa altura natural inexpugnable que le acarreó mil y una batalla haciendo suspirar al Moro y llorar a los nobles castellanos; pues este castillo solamente podían vencerlo las águilas.
Hoy se puede contemplar su altanería en esta imagen, tomada por Pepe Fontiveros desde ese mirador impresionante que es el campanario de la iglesia del Hospital; atalaya que nos permite mirar de tú a tú a la Torre del Reloj elevada sobre el cerro de la Silera marcando el punto más elevado del casco urbano.
Habría que buscar fórmulas para que, en el futuro, el vértigo de este mirador sea un privilegio compartido.