
Mientras tú calculas si puedes pagar la factura de la luz, Elon Musk funda su propia ciudad sin leyes en Texas. Mientras miles mueren de hambre en Gaza, Trump sueña con reabrir Alcatraz para encerrar migrantes. No es una distopía futura. Es el presente. Y tiene nombre: fascismo del fin de los tiempos.
Naomi Klein lo describe así.
No es el fascismo de los años 30. No busca construir imperios, sino sobrevivir al colapso que provoca. Quienes están en el poder han renunciado a salvar el mundo. Prefieren saquearlo antes de abandonarlo.
Jeff Bezos se escapa en cohetes. Musk crea Starbase, una ciudad-estado corporativa donde las leyes las decide la empresa.
Israel se convierte en su laboratorio: limpieza étnica, vigilancia biométrica, inteligencia artificial y muros. Klein lo llama tecno-sionismo. Gaza es un obstáculo a eliminar. Un terreno a reconvertir. Más de 52.000 muertes y el objetivo sigue siendo “desurbanizarla”.
Las cifras de hambre son elocuentes:
UNICEF confirma 9.000 menores tratados por desnutrición aguda en 2025.
Este nuevo fascismo no necesita tanques: tiene criptomonedas, cámaras y religiones del colapso. Se alimenta del miedo, del odio, del espectáculo carcelario. Quiere convertir el planeta en una zona VIP para ricos armados y una prisión para el resto.
Porque no quieren salvar el mundo. Solo salvarse ellos.
Y por eso debemos organizarnos.
Contra el nihilismo de quienes ya se han rendido, defender la vida es el acto más radical.
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Naomi Klein y el fascismo del fin del mundo: cuando las élites prenden fuego al planeta que abandonaron