Mucho ha llovido desde el 30 de mayo del 2007 en el que el alcalde firmaba con el Ministerio de Fomento la subvención que le correspondía a Aguilar para la reforma de la Travesía de la Nacional 331. Y mucho más, y sobre mojado, desde principios del 2009 en el que se tenían que haber concluido las obras programadas y ni siquiera se había realizado el proyecto técnico. Mucha tinta ha corrido en hojillas y panfletos evidenciando la inercia que había tomado este asunto, inducido a un espiral de despropósitos que parecía imposible detener.
Por fin han comenzado los trabajos tras la odisea que ha llevado al retraso de más de dos años en la ejecución de este proyecto. Ya podemos sosegar el ánimo y el espíritu porque se ha conseguido poner en marcha la obra en los límites inextremis dados desde el Ministerio en su segundo ultimátum. Parece que ya no vamos a perder los dos millones y medio de euros que supone esta inversión. Aún así, seguiremos cruzando los dedos porque, después de tanta fatalidad, no sería extraño que se nos cruzase un gato negro y nos chafase el invento.
De nada sirve ya determinar la responsabilidad por los errores cometidos por el Gobierno Municipal en el desatino con que se ha gestionado este plan. De momento debemos procurar que la obra se realice con el rigor necesario, que el Alcalde atienda las reivindicaciones que planteen los vecinos afectados, y que la Oposición vigile que estas tareas se realicen con diligencia.
Ahora es el momento de recuperar el tiempo perdido. De impulsar el avance de las obras que van a remodelar la arteria urbana más importante de Aguilar. Es tiempo de que, aunque el proyecto esté aprobado sólo por el Equipo de Gobierno -al no haber atendido éste ninguna de las ideas y mejoras planteadas por los Grupos de la Oposición-, ésta ejerza la crítica constructiva , sin desistir de ninguna sus propuestas, porque, a pesar de todo, este galimatías ha tenido un final feliz. Esta es mi opinión.
Antonio Maestre Ballesteros