
Diego Igeño
Los años de la posguerra, lo repetimos por enésima vez en esta serie, fueron realmente duros y siniestros. Hemos echado un vistazo a una fuente vital para conocer uno de sus aspectos más oscuros, el de la mortalidad. Y lo que hemos visto, nos ha sacudido. No hemos obtenido aún el número total de defunciones en el período ya que estamos en pleno proceso de investigación, ni tampoco el índice de mortalidad infantil, pero en relación con este último aspecto las hojas de los libros registro de defunciones se llenan de anotaciones con víctimas menores de un año -solo en 1941 fueron unos 95 los niños muertos en ese tramo de edad-. Las patologías que provocaban el deceso son diferentes, pero entre las más comunes cabe citar las de falta o deficiente desarrollo, atrepsia infantil, enterocolitis, gastroenteritis bronconeumonía, diarrea coleriforme, noma, colitis, etc. También se presentaban con cierta frecuencia casos de toxicosis alimenticias (derivadas de la ingestión de alimentos inapropiados o en mal estado). El desencadenante de muchas de esas enfermedades fue, sin duda, el hambre. Desde 1923 no se había conocido una masacre tal entre los más pequeños, rompiéndose así la tendencia de continuo descenso que había caracterizado los años posteriores. Fuentes testimoniales nos indican que no era infrecuente encontrar niños rapados por las calles del pueblo con la barriga hinchada, imágenes que luego hemos visto en los telediarios referidas a las zonas más deprimidas del planeta.
No mejora mucho el panorama entre el resto de la población. Las míseras condiciones de vida (viviendas precarias, ausencia de agua corriente, continuos cortes de electricidad, mala calidad de los escasos alimentos, precios elevadísimos, mercado negro, sueldos minúsculos, etc.) hicieron estragos en unos organismos infraalimentados. Y pese a que las autoridades se cuidaban mucho de hablar de hambruna para no empañar la visión idílica que querían transmitir del Nuevo Estado y la prensa nunca publicaba noticias al respecto, la realidad era otra. Tampoco las fuentes judiciales suelen expresar de forma taxativa esta causa como detonante del fallecimiento. Tan sólo hemos hallado hasta ahora un caso en el que sí lo hacen, aunque creemos que se permiten este “atrevimiento” por tratarse de un individuo desconocido. Ocurrió a finales de abril de 1941. Leemos textualmente: “Se procede a inscribir la defunción de un hombre de unos sesenta y tres años de edad cuyo nombre, naturaleza, domicilio y estado se desconocen […], el que según manifiesta el compareciente fue recogido en una choza situada en el campo es estado agónico (sin que) digo y conducido al hospital falleció a las veintidós horas de ayer, sin que a pesar de haberlo intentado el facultativo pudiera conseguir que hubiese hablado, a consecuencia de frío e inanición”. A pesar del ocultamiento, se puede colegir que demasiadas muertes fueron debidas a la falta de ingestión de alimentos o a las condiciones higiénico-sanitarias deficientes. De este modo, hallamos por ejemplo muchas personas relativamente jóvenes fallecidas a consecuencia de la caquexia, una enfermedad relacionada con el hambre, de noma, también con el mismo origen, de diversas patologías intestinales (colitis, enterocolitis, diarreas), de anemia, tuberculosis, y, por supuesto, el extendido virus exantemático o piojo verde. Los síntomas de esta enfermedad eran durísimos para quien los sufría. Un informe médico, referido a un paciente de 54 años, nos lo muestra a la perfección: “El 23 de junio presentó cefalalgia, dolores musculares en brazo y pierna, catarro bronquial, al tercer día sordera timpanismo de vientre, estreñimiento, lengua saburrar y somnolencias, síntomas que semejan la tifoidea. El quinto día delirio, excitación nerviosa inconsciencia constante, alucinaciones, temblor fibrilar de lengua, la cual no puede sacar, tienen que vigilarle porque se levanta de la cama. Aparece exantema de manchas pequeñas tipo sarampioniforme con algunas petequias, localizado primero en vientre, después zonas claviculares de tórax y zonas laterales del mismo y cara interna de brazos y antebrazos, facies vultuosa conjuntivitis, pulso blando y frecuente (120 a 130 pulsaciones. Cuadro típico de exantemático que persiste durante unos cinco días. Desde ayer se encuentra afebril con manchas parduzcas en las zonas donde anteriormente hubo exantema, gran apetito y persistencia de estreñimiento o sea en plena convalecencia”.
Los investigadores, pese a las dificultades de hacer una cuantificación estricta -ya que no es fácil dilucidar solo con las fuentes qué enfermedades podrían vincularse fehacientemente al hambre-, cifran en unos 200.000 los españoles que murieron por esta causa. El número de aguilarenses es imposible de determinar. Ni que decir tiene que esta “epidemia de hambre” afectó sobre todo a las capas más desheredadas de la sociedad local, cuyos hogares vivían en un estado de carencia y luto permanentes. Muchos de esos desdichados fueron enterrados de beneficencia en las grandes fosas habilitadas al efecto en la parte este del cementerio. Mientras, otros sectores disfrutaban de una situación ciertamente opulenta.
A este cuadro macabro, habría que sumar las defunciones producidas en nuestro pueblo por accidentes (muchos de ellos en el río) y suicidios, aunque esta última causa es sorprendentemente baja si tenemos en cuentas las dificultades existenciales de la mayoría de la población, y lógicamente las habidas por otro tipo de enfermedades.
Sin llegar aún al atrevimiento de incluir el hambre como una de los tipos de represión del franquismo, sí podemos afirmar que la situación de pauperización extrema de la población fue debida a una ineficaz política económica y al empecinamiento de las autoridades en sostenerla, empecinamiento motivado por el enriquecimiento de tantos cercanos al régimen y especuladores de diverso pelaje. Y también que el hambre, junto al recuerdo de la cercana guerra y el miedo por la cruel represión, fue una herramienta eficaz para conseguir una desmovilización absoluta de la población, más preocupada por buscar el sustento diario que por cuestionar el statu quo.
Continuará…