Si preguntamos a nuestros mayores sobre cómo era la vida en las décadas de los 60, 70 y 80, en comparación con la actual, podremos escuchar, según quién nos lo cuente, dos opiniones: o bien que la vida siempre ha sido tal cual la conocemos hoy en día, sin cambios, con todo nuestro egoísmo, nuestra maldad, nuestra envidia y nuestro individualismo; o, por otro lado, habrá quien afirmen que fueron tiempos donde la fraternidad, la igualdad y el respeto mutuo eran en conjunto el espíritu de la mayoría de las personas, de toda pandilla o grupo de amigos de los de entonces.
Nos remontamos con esta imagen a 1980, y en el recuerdo de quienes andábamos por aquellos años en el ciclo vital de la mocedad e iniciábamos nuestra vida laboral, quedó esta imagen de un grupo de trabajadores –albañiles- que se aventuraron a crear una cooperativa, “Los Arcos” creo que la llamarón, como apuesta por una vía corporativa diferente que le abriese nuevos horizontes de futuro.
Era el mundo de los albañiles en aquella época un trabajo desorganizado, agotador, esclavizante y forzado, debido en gran medida a que todas las personas que llegaban a él no eran trabajadores cualificados, sino individuos que apenas habían aprendido el oficio a través de las enseñanzas de sus padres o familiares, o en el peor de los casos, eran autodidactas, circunstancias de las que se aprovechaban muchos empresarios para avasallar sus derechos como trabajadores.
La experiencia quizás no fue todo lo positiva que se deseaba y finalmente fue disuelta la sociedad, aunque esta dio sus frutos, pues la mayoría de sus componentes se mantuvieron vinculados al gremio, bien como operarios asalariados, otros como autónomos y también surgieron pequeños y grandes empresarios del sector tanto dentro como fuera de la localidad.