El verano invitaba a los lugareños a irse a la calle. Cuando caía el sol los vecinos se salían a las puertas buscando la brisa de la tarde, y, acomodados en sillas de madera o de plástico, dejaban pasar las horas más largas del año. Allí echaban sus ratos de tertulia, de chascarrillos entre vecinos, y se ponían al día de todo lo que sucedía en el pueblo y también del ir y venir de la gente que pasaba por la calle y entraban o salían de las casas.

Los corrillos en las calles eran una estampa habitual en todas las del pueblo en el periodo estival, y rara era la calle de Aguilar que se quedaba vacía, por las tardes y noches, de chácharas e historias.

La calle San Antón cobraba vida así cada verano cuando sus vecinas, pocas, pero bien avenidas, se convocaban en torno a la puerta de Carmen (la barbacepa), que ejercía de generosa anfitriona de las demás. En estos corrillos no se tenía en cuenta la edad porque eran como una gran familia, de la que formaban parte las generaciones más jóvenes y las más mayores.

Tiempos que se fueron, pero permanecen imborrables en la memoria de quienes tuvimos la suerte de vivirlos.

Compartir:

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on whatsapp
WhatsApp

Entradas relacionadas

Imágenes Vividas (751)

En la década de los setenta y ochenta, la chiquillería era totalmente diferente a la actual, como no podía ser de otra manera. Eran los años en los que los

Imagenes Vividas (750)

La potencia evocadora de las imágenes está ampliamente estudiada, a través de ellas se puede verbalizar e incluso rescatar de la memoria recuerdos olvidados e historias que forman parte de

Imágenes Vividas (749)

En estos días que todos miramos al cielo de nuestras vidas, los que vivimos la Semana Santa, lo que queremos es que ni llueva ni que el cielo acoja una

Imágenes Vividas (748)

Uno de los pilares más antiguos de la Semana Santa de Aguilar y de la cofradía nazarena en particular es el de la presencia de soldados romanos acompañando e interactuando