En los 70 y 80 hubo una transición entre guateques, salas de fiesta, discotecas y locales de música. Los ‘baby boomers’ hicimos todo el recorrido, desde el guateque en un garaje a los 10 años hasta la visita al Rock-Ola a los 18.
La música fue la banda sonora de unos años en los que los jóvenes de entonces tomamos contacto con la liberación de roles y estereotipos que encorsetaban a la sociedad trasnochada y decadente que ansiaba superar las ataduras morales y anímicas del último franquismo.
La música constituyó para muchos jóvenes de aquella época el impulso necesario para hallarse y encontrarse a sí mismos, y a la vez, estrechar lazos de amistad con la pandilla, que pasó a ser parte inherente de la familia más cercana. Hay canciones e imágenes que nos siguen retrotrayendo automáticamente a aquellos momentos vividos que el tiempo no ha podido rebatarnos, y esta fotografía cumple sobradamente ese viaje al pasado.