Tengo un sueño preñado de esperanza

Carmen Zurera Maestre

Tengo un sueño que está preñado de esperanza.
En él, las mujeres enarbolan banderas tejidas con hilos de cambio, sosteniendo un mundo más habitable, más justo, más en paz.
Ellas —nosotras— estamos despertando. Hemos tomado conciencia de que durante siglos fuimos silenciadas, ninguneadas, apartadas. Fuimos actrices secundarias en una historia que, paradójicamente, sólo nosotras podíamos parir.

Nos negaron la educación, la vida pública, el acceso al trabajo y a la libertad. Pero la desigualdad nos hizo rebeldes, y en la madurez y la vejez, libres del miedo, ya no tenemos nada que perder.

Hoy, las mujeres llenan los espacios de aprendizaje, las asociaciones, las reivindicaciones por la sanidad pública, la educación y la cultura.

¿Te has fijado cuántas de ellas sostienen el tejido invisible de la sociedad?


Yo las veo: con ansias de ocupar el espacio que históricamente se les negó, sin complejos, abiertas, generosas. Dispuestas a aprender unas de otras, a construir redes de apoyo, a tejer futuro.
Están en los talleres, en las aulas, en los colectivos, en los barrios; quieren estudiar, avanzar, salir adelante por sí mismas. Sueño con que no permitirán que los derechos conquistados por nuestras antecesoras sean desmantelados sin resistencia.

Vivimos tiempos inciertos, en los que la igualdad vuelve a ser puesta en duda, y en los que la intolerancia amenaza con volver a levantar muros. Sin embargo, cuando miro a mi alrededor, cuando observo a las mujeres de mi pueblo, las veo despiertas. Están aprendiendo a cuestionarse sus vidas, a tomar conciencia, a pensar por ellas mismas.

Y entonces, pese al miedo, me nace la esperanza.
La esperanza en mi género, en este ejército silencioso de mujeres que quieren un mundo en paz y en justicia, para ellas y para los hombres que caminan a su lado.

Deseo que, de la mano de todas, de nosotras, sigamos levantando los cimientos de una sociedad más justa, donde la igualdad no sea un sueño, sino una realidad cotidiana.
Que no dejemos pasar la intolerancia, el desprecio ni la indiferencia.
Porque cuando una mujer se levanta, el mundo entero da un paso hacia la paz.

He tenido un sueño preñado de esperanza.

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