
Diego Igeño Luque
Últimamente me he dado cuenta de que tú eres ahora el objeto de mis desvelos y el centro de mis inquietudes. Paso contigo más tiempo que con nadie. Me acompañas incluso a lugares vetados para otras personas (como el excusado, por ejemplo). Duermes conmigo, me despiertas y eres el primero en darme los buenos días, corres junto a mí, vienes conmigo en los viajes y te llevo cerca del corazón. Apaciguas mi soledad.
Contigo me entretengo y aprendo, navego por el mundo y por el tiempo, conozco las noticias -fake or true-, satisfaces al instante mis múltiples curiosidades, me haces retratos e inmortalizas mis vivencias, me ayudas a hacer operaciones matemáticas, me dices el estado del tiempo volviendo innecesario que haga algo tan vulgar como asomarme a la ventana o darme una vuelta para comprobarlo, diriges mi coche para llevarme a lugares donde nunca he estado, escucho tu música, cuidas de mi salud diciéndome cuántos pasos he de andar, cuáles son mis pulsaciones y cuál mi tensión, me comunicas con las personas e, incluso, incluso, de vez en cuando me dejas hablar con ellas. Salvas las distancias familiares, permitiéndonos establecer conversaciones a tres bandas: Aguilar, Córdoba y Albalate… ¡Qué más piropos puedo decir de ti! Como dice la copla: “Eres mi vida y mi muerte, te lo juro compañero”.
Eres mi aliado, mi confidente y mi amigo. Ahora me sirves también para escribir mis reflexiones, como esta misma que ahora comparto con los lectores. Y te has convertido en mi principal herramienta en el trabajo -junto a tu primo hermano el ordenador-.
Sé que hay conspiracionistas que piensan que gracias a ti me tienen vigilado, que saben lo que pienso, lo que digo y hasta los polvos que echo al año. Dicen que por tu culpa siempre me tendrán localizado, a cualquier hora, en cualquier lugar, en toda situación. ¡Qué patrañas!
Sé que algunos piensan también que has anulado las relaciones interpersonales, que hasta las familias han dejado de mirarse y hablarse para centrar sus ojos en tu pantalla, que los amigos solo se comunican a través de ti.
Nada de eso es cierto. Pienso que son reflexiones de gentes celosas, malintencionadas y un punto envidiosas que no pueden soportar la intensa historia de amor surgida entre nosotros, que no entienden que sin ti no soy nada, que sin vosotros ninguno somos nada porque, aunque los demás no lo confiesen, todos andan enamoriscados de sus móviles. Cuando pierdes la cobertura me desazonas, cuando te quedas sin batería zozobro. Eres “mi teléfono inteligente”, tanto, tanto que has conseguido idiotizarme a mí y a quienes me rodean. ¿Intentarás también aniquilarme como hizo HAL, la computadora de “2001, una odisea en el espacio”?