
ENLACE AL ARTÍCULO DE OPINIÓN: «LA DESBANDÁ NO SABE DÓNDE VA»
Hace aproximadamente cuatro años descubrí la historia silenciada de La Desbandá. Desde hace nueve años, se conmemora y rinde homenaje a las víctimas de aquel trágico éxodo de civiles que, en febrero de 1937, huyeron desde Málaga hacia Almería, un camino marcado por el horror y la muerte de entre 2.000 y 5.000 personas.
El año pasado tuve la oportunidad de recorrer dos etapas de esta ruta, y este año he completado tres más. En ambas experiencias, he compartido el camino con personas de mayor edad, algunas ya bien entrados en los setenta, que con admirable fortaleza han recorrido a pie más de 250 kilómetros, muchos de ellos sumando etapas durante varios años.
El artículo de opinión, que encabeza el mío, publicado en el diario “La voz de Almería” del 17/2/2025 firmado por Álvaro Hernández titulado “La Desbandá no sabe a dónde va” plantea una crítica que, si bien toca un tema legítimo, incurre en una valoración banal y al menosprecio del sentido profundo de la memoria democrática. La columna de opinión sugiere que la marcha conmemorativa en memoria de la masacre de la carretera Málaga-Almería ha degenerado en una especie de actividad senderista, casi festiva, que habría perdido el respeto y el peso histórico del hecho que recuerda.
Sin embargo, el enfoque del artículo es, en sí mismo, un ejercicio de banalización y simplificación que merece ser cuestionado críticamente equiparando la memoria histórica con un jarabe desagradable que algunos se ven obligados a tragar, mientras que otros lo disfrutan tanto que lo convierten en costumbre ociosa. Esta metáfora resulta profundamente desafortunada porque trivializa la importancia de recuperar la memoria de las víctimas del franquismo. Equiparar el dolor histórico y el reconocimiento de las víctimas con un «jarabe» reduce la memoria a una molestia, olvidando que se trata de la reparación de injusticias históricas y del derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la dignidad.
El señor en su artículo parece no comprender que las conmemoraciones colectivas, incluso aquellas que incorporan elementos de convivencia y recorrido, no solo son compatibles con el respeto, sino que lo refuerzan. Caminar por la ruta de La Desbandá no es un paseo cualquiera. Es transitar sobre las huellas del dolor, por el mismo camino donde miles de personas fueron masacradas mientras huían del terror. Cada paso es un acto simbólico de memoria y dignificación, una manera de honrar el sufrimiento de aquellos que solo buscaban salvar sus vidas. Eran hombres, mujeres, niños y ancianos que huían del horror impuesto por quienes no toleraban la libertad, por quienes pretendían someterlos bajo el yugo del poder y el miedo. Los actos y homenajes que jalonan esa marcha no son un adorno, son la reafirmación de que su historia no será borrada, de que la barbarie no logrará el triunfo del olvido.
Creo, que paradójicamente, es el propio artículo el que es banal, al pretender ridiculizar La Desbandá perdiendo de vista lo esencial: la memoria es siempre un acto de resistencia contra el olvido. Y esa resistencia adopta múltiples formas. Caminando, cantando, portando banderas o guardando silencio, el objetivo final es el mismo, que las víctimas no vuelvan a ser invisibles. La memoria no es un jarabe amargo. Es el derecho de los pueblos a no olvidar. El peligro no está en que La Desbandá se llene de vida y diversidad, sino en que se vacíe de significado.
Artículos como el que firma Álvaro Hernández en “La Voz de Almería” no son meras opiniones neutras; son, en realidad, manifestaciones de una batalla más amplia: la que se libra entre la memoria y el olvido, entre la justicia y el silencio impuesto. Este tipo de críticas, que se disfrazan de preocupación por la «pureza» de la memoria, lo que en realidad son es un desprecio soterrado hacia ella, perpetúan exactamente aquello contra lo que lucha La Desbandá: el olvido, la desmemoria, la deshumanización de las víctimas.
Artículos como estos disparan sobre la memoria con nuevas armas. Ya no son los barcos fascistas ni los aviones los que ametrallan a los que huyen por la carretera de Málaga a Almería. Ahora son columnas de opinión, la burla soterrada, la equiparación de la memoria con «ocio», las que intentan ejecutar a las víctimas por segunda vez: matarlas en el recuerdo.
El verdadero problema no es que La Desbandá no sepa hacia dónde va. El problema es que quienes escriben estas columnas saben perfectamente hacia dónde quieren que vuelva: al olvido, a la cuneta, a la nada.
Por eso, es necesario decirlo alto y claro: Cada paso de La Desbandá es un paso contra ese disparo sutil de la pluma que quiere silenciar el pasado. Cada bandera, cada canción, cada pisada, es un escudo contra los nuevos proyectiles de quienes no soportan que la memoria avance.
Recordar no es solo llorar; recordar es resistir, cantar, caminar y vivir por los que nunca pudieron llegar a Almería.
Eso es La Desbandá. Y eso…les duele.
José Miguel de la Rosa Sánchez





