Ómicron: covid «per tutti»

Diego Igeño
El hombre, dicen, es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Esta frase encierra una gran verdad y una tremenda injusticia. La verdad es que, efectivamente, no aprendemos de los errores y que estamos condenados a repetirlos como Sísifo fue obligado una y otra vez a subir una pesada piedra a un monte. La injusticia, que se nos engloba en el mundo de los animales, cuando es evidente que ellos son mucho mejores y que nuestra presencia en esa categoría no hace sino ensuciarla, denigrarla.
Ahora vuelvo la vista al mes de marzo del 2020 cuando las balconadas y las buenas intenciones eran el prolegómeno de una nueva sociedad tuneada y llena de belleza, perfección y «buenismo».  De momento, sin embargo, solo hemos aprendido unas pocas cosas:
La primera, de carácter anecdótico, es que pese a los intentos contrarios de los gobernantes en su cruzada contra las Humanidades, nos hemos familiarizado con el griego clásico y su alfabeto. Así, la alfa, la beta, la gamma, la delta, la ómicron se han insertado en nuestra cotidianidad. La única pega es que aún quedan muchas letras por descubrir. ¿Tantas variantes del covid habrá que sufrir? Empiezo a sospechar que sí.
La segunda es que también nos hemos dado cuenta, cuando ha fallado la cacareada solución de las vacunas, de que todo cambia, que no hay ninguna certeza absoluta a la que agarrarnos y que en el horizonte intuimos aún demasiados sobresaltos, hecho del que se aprovechan muchos agoreros cantamañanas para anunciar el apocalipsis y alcanzar su gramo de notoriedad.
Por otra parte, la enfermedad nos está convirtiendo a todos en expertos surfistas porque, frente a las improvisaciones gubernamentales, el egoísmo de la oposición, el galimatías de las autonomías y la cerrazón de los tontos negacionistas hemos sido capaces de coger todas las olas que nos llegan (ya van seis, aunque me pregunto si no será la misma mal resuelta) con resignación pero con pericia. A veces pienso que esto se ha convertido en un gran sainete, si no fuera por tantas víctimas como se ha llevado el maldito virus y porque con esta nueva variante acabaremos enfermando todos.
No somos tampoco muy dados al aprendizaje. Hemos visto mil veces rapar las barbas del vecino y la única postura repetida por todas las administraciones es la de Don Tancredo dada la imposibilidad de conjugar con éxito salud y economía ya que ¿qué dedo nos cortan para que no nos duela?
Como reflexión final solo me resta apuntar que me parece que no nos queda otra que asimilar algo que ya parece indubitable: o comprendemos que el verdadero virus está en nuestra forma de vida y la variamos o esto va para largo. Quizás sea llegado el momento de volver la vista sobre nosotros mismos para aprender de los viejos filósofos helenos a hacer las preguntas adecuadas para resolver todas nuestras incongruencias.
Feliz 2022, con el deseo de que, retomando el alfabeto griego, sea el año omega del covid.

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